Para una mujer, el hecho de no poder embarazarse puede ser el inicio de una serie de pensamientos y sentimientos que van muy relacionados al miedo y estrés. Estos sentimientos se desvanecen cuando sucede la tan esperada concepción y el embarazo se lleva sin mayor contratiempo. Sin embargo, cuando no sucede el embarazo, al miedo y al estrés se unen otros sentimientos que tienen un impacto devastador en la mujer y que la afectan en todas las áreas de su vida. Emocionalmente hablando, la infertilidad es una condición compleja, una combinación de pensamientos, emociones y sentimientos que la mujer experimenta al mismo tiempo y que hacen sumamente difícil el manejo de sí misma, y por consecuencia el manejo de sus relaciones interpersonales.
Desde que son niñas, el contexto social enseña a las mujeres que cuando crezcan uno de sus roles principales será el de mamá. Las niñas reciben regalos de bebés a los que hay que alimentar, cambiar el pañal y dormir. Cuando ven a sus mamás y otras mujeres embarazadas a su alrededor, la identificación es inevitable y las niñas adoptan estos comportamientos de manera automática. Asumen que éste componente estará en su futuro, como si ser mujer significa ser madre.
Cuando una mujer está intentando embarazarse, es normal que otras personas quieran ayudar y le den consejos para lograrlo. A menudo escuchan anécdotas sobre cómo alguien más se embarazó y tratan de imitar lo que otros han hecho para lograrlo. Sin embargo, al estar sometida a un tratamiento de fertilidad, estos consejos se vuelven una imposición y llegan a ser molestos. La mujer sabe que su caso es diferente y puede sentir enojo cuando otros no entienden la particularidad de su situación y tratan de solucionarle “su problema” con consejos supersticiosos y remedios ineficaces. Muy posiblemente ella pueda malinterpretar la intención de los otros de ayudarla y experimente esto como una intromisión a una parte muy delicada de su vida.
En su vida diaria la mujer infértil convive con otras mujeres, las cuales también están casándose, embarazándose y teniendo a sus hijos. Todo a su alrededor sigue avanzando y ella aún no puede embarazarse. Sabiendo lo que sucede con ella, puede sentir envidia y coraje cuando a otras personas todo les sucede fácil y “mágicamente”. Ella se cuestiona “¿Por qué no me sucede a mí?” sintiéndose diferente, frustrada y decepcionada. Puede sentir alegría por el embarazo de su compañera/amiga, pero triste por no ser ella la embarazada. Poco a poco, todas a su alrededor tienen a sus hijos, pero ella no. Todas le pueden decir que no se preocupe, que ya le llegará su turno, sin embargo esto no alivia en absoluto, ya que nadie sabe con certeza si así sucederá, solamente es un recordatorio lleno de esperanza y al mismo tiempo de incertidumbre. El impacto negativo a la autoestima de la mujer es evidente y es muy posible que genere una depresión.
Cuando una mujer se somete a un tratamiento de fertilidad, la esperanza y la ilusión de la posibilidad del embarazo trae un poco de tranquilidad, pero al mismo tiempo se siente miedo de que el tratamiento no funcione. La rutina diaria se vuelve más estructurada debido al régimen que puede implicar el tratamiento y se tienen que ajustar la vida social y laboral a los requerimientos de éste. Incluso la vida sexual tiene repercusiones pues algunos tratamientos implican relaciones sexuales en días y horarios específicos, causando que el placer y la emoción de hacer el amor con la pareja pasen a segundo término y se vuelva un procedimiento mecánico. Si el tratamiento no funciona, se puede seguir intentándolo. Una y otra vez se vive la tristeza, la frustración, la decepción.
En pocas palabras, someterse a un tratamiento de fertilidad implica un desgaste físico y emocional que se verá reflejado en el trato que se tiene con los demás. Si a esto le añadimos el agotamiento diario “normal” podemos entender lo difícil que se hace la vida social y de pareja para la mujer en tratamiento.
Los complejos procesos emocionales durante el diagnóstico y el tratamiento de la infertilidad urgen a un tratamiento psicológico para la pareja. Es fundamental que no solo la mujer sino también su pareja reciban herramientas emocionales que los fortalezcan y les permitan un manejo sano de su situación y de los procesos a su alrededor.El tratamiento está enfocado a sanar y fortalecer la relación para el apropiado afronte de su situación y las decisiones que tomarán al respecto. Es fundamental que la pareja pueda visualizar todas sus opciones y tanto médicos como terapeutas tienen el deber de proporcionar los tratamientos disponibles, de manera que este proceso emocional se vuelva más fácil de manejar y que los resultados puedan darse en un plazo menor.
México Fértil
LPC. Liliana Osuna
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