Nueva revolución genética

Una novedosa técnica, disponible en Uruguay, analiza el genoma humano del embrión en tratamientos in vitro para descartar cientos de posibles patologías.

GABRIELA VAZ

Hace apenas un mes, una clínica de fertilidad uruguaya implementó por primera vez una técnica revolucionaria en el campo del diagnóstico genético. Una técnica que, según los entendidos, es una bisagra en el futuro de la medicina.

Pero para entender este mojón hay que remontarse dos décadas atrás. Fue por entonces que el mundo se sorprendía con la aparición de una estrategia que permitía analizar genéticamente a los embriones concebidos para procedimientos de fertilización in vitro con el fin de detectar posibles anomalías. Es decir, mediante este Diagnóstico Genético de Preimplantación (DGP), los médicos podrían saber de antemano si el posible futuro bebé desarrollaría ciertas enfermedades genéticas frecuentes en la historia familiar, patologías tales como Síndrome de Down, o incluso si sus alteraciones cromosómicas dificultarían su prendimiento en el útero materno.

No obstante, el DGP permitía identificar cambios en las secuencias de una base del ADN, pero no a lo largo de todo el genoma humano. ¿Sería esto posible alguna vez? En 2009, los científicos dieron la respuesta: sí. Así dieron paso a la técnica Hibridación Genómica Comparativa en formato de microarrays (citada como aCGH por su sigla en inglés). Esta estrategia permite detectar deleciones (mutación genética que consiste en la pérdida de uno o más nucleótidos de la secuencia del ADN) y amplificaciones de regiones genómicas completas. La diferencia con la técnica anterior es su enorme resolución: tiene una efectividad de 100 a 1000 veces mayor, logrando detectar alteraciones que de otra manera no serían visibles.

«Antes de esto se diagnosticaban hasta nueve alteraciones numéricas de los cromosomas, como también se podía elegir el sexo del embrión ya que hay enfermedades ligadas al género. Ahora cambian las cosas, porque se determinan con exactitud todos los genes que componen el ADN de la célula de un ser humano. A partir de eso, surgen los arrays (o microarrays), una especie de chips de muestra que contienen todo el genoma humano `ideal` o `normal` por un lado y secuencias de ADN para diferentes enfermedades por otro. De esa forma, se compara el chip con el ADN de la célula que obtenés tras hacer el diagnóstico genético. Por eso se llama hibridación `comparada`. Es la comparación del ADN de una célula del embrión con un ADN normal, `típico` y con ADN de enfermedades», explica el ginecólogo Roberto Suárez, director de la Clínica Suizo Americana que realizó los primeros procedimientos de este tipo en Uruguay, en conjunto con el Instituto Pasteur.

Así, ahora se pueden diagnosticar patologías como fibrosis quística, anemia falciforme, hemofilia A y decenas de otros trastornosmonogénicos. Hasta el momento, hay arrays de unas 200 enfermedades. «Se van creando nuevos a medida que se programan nuevas patologías. Supongamos que quieres determinar el ADN típico de la hemofilia. ¿Cómo se hace? Analizás los ADN de miles de hemofílicos y ves lo que tienen en común; ves que hay una alteración en tal y tal gen. Así sacás el patrón común genético de esa enfermedad. Luego, lo comparás con el ADN del embrión para determinar si es igual o no».

La técnica de aCGH está indicada en pacientes que tienen alto riesgo de desarrollar alteraciones genéticas. Por ejemplo, si los padres de ese futuro niño vienen de una familia con historial de patologías hereditarias. «En esos casos casi te diría que es obligación hacerlo», opina Suárez. Pero también hay otros grupos, de riesgo más relativo, a los que se les recomienda un DGP, como mujeres mayores de 35 años, mujeres con abortos espontáneos recurrentes o mujeres con repetidas fertilización in vitro fracasadas. «Ahí no hay indicación precisa, pero se hace. Hasta el 40% de los embriones que se obtienen por fertilizaciones in vitro puede tener una anomalía genética aunque los padres no tengan nada. Eso afecta las tasas de embarazo. Transfiriendo solo embriones sanos genéticamente se mejora francamente la tasa de implantación y la tasa de embarazo. Esto ya está establecido. Por tanto, también es una solución para pacientes abortadoras habituales», enfatiza Suárez, al tiempo que recuerda que existen cerca de 5.000 enfermedades de transmisión genética y que 1% de los niños nacidos vivos pueden tener alguna alteración de este tipo.

EN URUGUAY. El equipo de científicos uruguayos realizó el diagnóstico aCGH por primera vez hace un mes en un grupo de cinco pacientes argentinas, debido a un convenio establecido con el centro Procrearte de Buenos Aires. De hecho, hasta el momento hay una sola clínica argentina que utiliza la técnica y muy pocas en Brasil, según dice Suárez. Por eso, añade, la clínica uruguaya está con posiblidades de realizar más convenios con centros de la región, colocando al país «a la vanguardia del diagnóstico genético». El trabajo es a su vez en conjunto con técnicos en genética extranjeros -«que están poniendo a punto toda la tecnología que se necesita», indica el médico- y científicos del Instituto Pasteur. Ya empezó a utilizarse también con pacientes uruguayas.

Ahora bien, luego del diagnóstico, ¿qué se hace con los embriones que presentan anomalías? El médico aclara que si bien no se implantan, tampoco se desechan. «Al embrión que está afectado genéticamente, se lo deja evolucionar hasta el día cinco o seis. Puede que no evolucione naturalmente. Pero si evoluciona, no hay que desecharlo, hay que vitrificarlo (congelarlo) porque ya están en vistas estudios de lo que son las curas genéticas. Probablemente con los años será posible reparar zonas de ADN para conseguir embriones sanos a partir de embriones alterados. Por lo tanto, no es correcto el desecho de embriones. Tampoco lo es en un país como Uruguay donde no hay ley de reproducción. Pero a los embriones afectados genéticamente hay que vitrificarlos; es lo que nosotros hacemos», aclara.

El diagnóstico genético por microarrays no sólo se puede hacer a partir de un embrión, sino también a partir de un óvulo. Tal como explica Suárez, «el ovocito, antes de ser fecundado, tiene un corpúsculo polar en la periferia que contiene toda la información genética del óvulo. Se sabe que la mayoría de las alteraciones cromosómicas -al menos el doble- son transferidas por el óvulo y no por el espermatozoide, por lo tanto ahora se está en la tendencia de analizar el corpúsculo polar antes de fecundarlo y hacer el microarray de éste». Claro está que siempre será más efectivo realizar el diagnóstico sobre el embrión, pero «puede pasar que haya parejas que prefieren que no se toque y pueden aportar desde ahí. Se puede hacer y es muy sencillo».

Lo cierto es que la técnica de aCGH abre un extenso campo para la medicina, con un enorme abanico de potenciales aplicaciones. De hecho, la estrategia también se podría realizar en un embarazo natural en curso, aunque las clínicas solo lo proveen para tratamientos in vitro. También existen empresas que ya ofrecen el diagnóstico a adultos. Mediante los arrays y un examen de sangre, es posible conocer la predisposición genética de una persona a desarrollar distintas enfermedades. «Por ejemplo -ilustra Suárez- ya hay un array formado para ver la predisposición que podés tener para desarrollar cáncer de mama. Al saberlo, no significa que lo podrás curar, pero tal vez sí podrás tomar medidas para prevenirlo. Y así con cientos de patologías. Este es el futuro de la medicina».

EL COSTO ES DE US$ 7.500

Mientras un Diagnóstico Genético Preimplantacional común cuesta alrededor de 2.700 dólares, la técnica por chip microarray -capaz de diagnosticar todo el genoma humano del embrión- alcanza los 3.500 dólares. Estos precios se suman a los 4.000 dólares promedio que ronda un tratamiento de fertilización in vitro, por lo que en total, para acceder a este novedoso método hay que disponer de un mínimo de US$ 7.500. El médico Roberto Suárez, uno de los responsables de traer la técnica a Uruguay, opina que ésta debe estar disponible «para todos». «No puede ser que haya un grupo familiar que necesite un diagnóstico de estos sí o sí y no pueda acceder por un tema de costos. Nosotros estamos dispuestos a dar una mano en ese sentido, encontrar formas de facilitar el acceso, ya que esta no es una técnica cualquiera sino que puede llevar una solución a una familia entera. No se trata de un avance únicamente en el campo de la reproducción asistida, sino que es básico para la medicina en general. Es el futuro de la medicina».

Publicado en La Nación

 

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