Ciudad de México, México.- La maternidad implica pesados simbolismos que se van haciendo más complejos en la medida en que crecemos y somos parte no sólo del núcleo de una familia, sino de una sociedad. Existe la falsa creencia de que el ser madre implica la pérdida de la vida sexual y de pareja, o bien se manifiesta un gran temor por situaciones inherentes a la misma.
Sin embargo, no todas las mujeres tienen un miedo paralizante o un esbozo de preocupación por convertirse en madres, por lo que, en la mayoría de los casos, podemos ver que el temor a la maternidad tiene que ver con temas mucho más personales. Entre los miedos más comunes encontramos: dolor en el parto, los cambios en el cuerpo de la mujer, en la relación con la pareja, y de la postura e identidad propia de la mujer después del parto.
Es también preciso mencionar que en muchas ocasiones, aun cuando existe miedo, éste no se expresa de manera consciente o directa, sino a través de ansiedad, enfermedades, sentimientos de ira o tristeza y, en algunos casos, infertilidad.
En consulta he podido apreciar que tras algunos de estos miedos, yacen situaciones o conflictos emocionales más profundos. Una paciente decía sentirse más identificada con su padre, un hombre que describe como amoroso pero distante, que con su madre, una mujer “sumamente controladora y competitiva”.
Al momento en que ella y su pareja deciden embarazarse, siente un terrible miedo, aparentemente, a dejar de trabajar, de dejar de ser exitosa. Pero de manera inconsciente, temía “convertirse en” su propia madre quien la devaluaba y a quién temía y devaluaba a su vez, por ser ama de casa.
Para algunas mujeres asumir la maternidad implica asumir una “feminidad diferente, desconocida”, que se traduce en la pérdida de la posición que les ha costado mucho trabajo alcanzar (por ejemplo pretendientes, cuerpazo o la total y absoluta atención de su pareja y sus padres). El tener que renunciar a ser el centro de atención, al rol de “hija” para convertirse en “madre” provoca un gran temor, ya que, el ser madre implica entre otras cosas, dar prioridad al hijo que está por nacer, cuando cuidar a alguien más allá de la propia persona, puede resultar un misterio o algo muy difícil de lograr.
Por otro lado, otra paciente de 26 años, descubrió, después de algún tiempo, que el gran temor que tenía a ser madre siempre había estado ligado a convertirse en una madre dañina, sin capacidad de escuchar las necesidades de su bebé, por la experiencia que ella vivió en su familia de origen. En la actualidad, al sentirse más “ligera” emocionalmente hablando, ella y su marido han pensado y platicado seriamente intentar embarazarse.
Cuando existe, de manera consciente, un gran miedo al parto, a los cambios que implica el embarazo aunado a un gran deseo de ser madre, o bien estás viviendo un caso de infertilidad inexplicable, es recomendable acudir a tratamiento psicológico, en caso de que no lo puedas resolver tú sola.
Un tratamiento psicológico te ayudará a lidiar mejor con esta situación aminorando la frustración, estrés y ansiedad que sentimientos tan contradictorios puedan ocasionarte, además de revisar posibles causas o conflictos emocionales más profundos.
El tener dudas, hacerte preguntas sobre este tema y buscar información y respuestas, te acerca cada vez más a poder darle a ese bebé lo mejor de ti: tu tiempo, tu tranquilidad, tu sincera disposición e interés y tu afecto.
La mejor forma de establecer un buen vínculo con el bebé es poder entregarse a esta nueva etapa, asumir los cambios y la necesidad de apoyo y comprensión por parte de tus seres cercanos.